lunes, 26 de abril de 2010

Pensadores del siglo XVIII: Frases de los filósofos.

Frases de los filósofos ilustrados:

Montesquieu.

“La libertad política, en un ciudadano, es la tranquilidad de espíritu que proviene de la opinión que cada uno tiene de seguridad y para que se goce de ella, es preciso que sea tal el gobierno que ningún ciudadano tenga motivo de temer a otro”.

“No es fortuna la que gobierna al mundo”, todo obedece a unas leyes que son “las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas”.

“Los que han dicho que una fatalidad ciega ha producido todos los efectos que vemos en el mundo, han dicho un gran absurdo: pues ¿qué mayor absurdo que el que una fatalidad ciega haya producido seres inteligentes? Hay, pues, una razón primitiva; las leyes son las relaciones que existen entre ellas y los diversos seres, y las relaciones de estos diversos seres entre sí.”

“El hombre, como ser físico, lo mismo que los demás cuerpos, está gobernado por leyes invariables. Como ser inteligente, viola sin cesar las leyes que ha establecido Dios, y varía las que ha establecido él mismo; hace falta que se conduzca y, sin embargo, es un ser limitado.”

Para garantizar la libertad política del ciudadano es necesario poner ciertos límites que eviten el despotismo: la separación de poderes en legislativo, ejecutivo y judicial:
“Por el primero, el príncipe o el magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el tercero, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares. Este último se llamará poder judicial y el otro poder ejecutivo del estado.”

“La única ventaja que un pueblo libre posee sobre otro es la seguridad que cada uno tiene de que el capricho de uno solo no le privará de sus bienes o de su vida”

Rousseau.

“Un pueblo libre obedece, pero no sirve; tiene jefes pero no amos; obedece a las leyes, pero no obedece más que a las leyes; y es por la fuerza de las leyes por lo que no obedece a los hombres.”

“El buen salvaje” vivía independientemente guiado por el sano amor a sí mismo. Este estado natural es “un estado que no existe ya, que acaso no ha existido nunca, que probablemente no existirá jamás, y del que es necesario tener conceptos adecuados para juzgar con justicia nuestro estado presente”, es decir, se trata de una hipótesis que permite valorar la realidad actual: el estado social, aquel en el que el hombre se aparta de la naturaleza para vivir en comunidad, guiado por el egoísmo, el ansia de riqueza (propiedad) y la injusticia.




Voltaire.

“El comercio, que ha enriquecido a los ciudadanos en Inglaterra, ha contribuido a hacerlos libres, y esta libertad a su vez ha dilatado el comercio, formándose así la grandeza del Estado”.

“Contra la tesis mantenida por Leibniz de que nos encontramos en el mejor de los mundos posibles, más bien pareciera que todo se rige por el principio de lo peor. En todo caso, si Dios creó el mundo con algún fin, debió ser para hacernos de rabiar.”

“-Oh, Pangloss –exclamó Cándido-. Jamás me hablaste de semejantes abominaciones, y por lo que veo y he visto son hechos concretos y verídicos. ¿Habré de renunciar a compartir tu optimismo.
-¿Qué es el optimismo? –inquirió Cacambo.
-No es sino el empeño de sostener que todo es magnífico cuanto todo es pésimo –explicó Cándido.” (de “Cándido o el optimismo”)
“-Lo que sé es que hay que cultivar nuestro jardín –le interrumpió Cándido.
-Tenéis razón –reconoció Pangloss-, porque cuando el hombre fue colocado en el jardín del Edén fue puesto ut operaretur eum para trabajar. Prueba de que el hombre no ha nacido para el ocio.
-Pues trabajemos sin discutir –concluyó Martín-. Es el único medio de hacer la vida tolerable.” (de “Cándido o el optimismo”)

“Si Dios no existiera sería necesario inventarlo, pero la naturaleza entera nos grita que existe”.

“La religión revelada no es ni podía ser otra que la religión natural perfeccionada. De modo que el deísmo es el buen sentido que no está enterado aún de la revelación y las otras religiones son el buen sentido que pervirtió (...)”

“...encuentro que todo está al revés entre los hombres, que nadie conoce sus derechos ni sus deberes (...)
-Pues yo he visto cosas peores –replicó Cándido-. Sin embargo, un sabio que murió ahorcado me enseñó que todo está hecho a la perfección y que lo que vos me decís son las sombras de un bello cuadro.
-Vuestro ahorcado se burlaba de la gente –aseguró Martín-. Vuestras sombras son manchas horribles.
-Los hombres son quienes lo manchan todo sin poder evitarlo- comentó Cándido.
-Entonces no es culpa suya –indicó Martín.” (de “Cándido o el optimismo”)

“El hombre ha nacido para la acción, como el fuego tiende hacia arriba y la piedra hacia abajo. Para el hombre, no estar ocupado y no existir es la misma cosa.”

“Cuando el populacho se mete a razonar, todo está perdido.”

Pensadores del siglo XVIII: Voltaire

Voltaire.

Contra la tesis mantenida por Leibniz de que nos encontramos en el mejor de los mundos posibles, más bien pareciera que todo se rige por el principio de lo peor. En todo caso, si Dios creó el mundo con algún fin, debió ser para hacernos de rabiar.François-Marie Arouet, que se dio a sí mismo el seudónimo de Voltaire, es quizás uno de los intelectuales franceses más polifacéticos e importantes del Siglo de las Luces. Nació en París el 21 de Noviembre de 1694, hijo del notario François Arouet y de una madre prácticamente desconocida que falleció cuando Voltaire cumplía los siete años de edad. Estudió en el colegio jesuita Louis-le-Grand cuando se cumplían los últimos años del reinado de Luis XIV. De su formación religiosa guardará Voltaire un penoso recuerdo que se plasmará en una actitud irreverente, rebelde y burlona frente la Iglesia, sus instituciones y dogmas.
En 1713 obtiene el cargo de secretario de la embajada francesa en La Haya, trabajo del que es expulsado debido a ciertas relaciones amorosas. Apasionado ya desde entonces por la literatura, frecuenta los lugares donde se reúnen los intelectuales y artistas más destacados y, cuando muere en 1715 Luis XIV y toma la regencia el Duque de Orleáns, Voltaire escribirá una sátira contra él que le llevará preso a la Bastilla durante un año, tiempo que dedica a estudiar literatura.En 1718 Voltaire conoce su primer éxito con la tragedia Edipo y con una epopeya, La Henriade, dedicada al tolerante rey Enrique IV, que se estrena en 1723. Sin embargo, no cesan los problemas; una disputa con el noble De Rohan le lleva de nuevo a la Bastilla y después al destierro, motivo que provoca su retiro a Londres durante dos años, lugar en el que contactará con la elite literaria, científica e intelectual. Cuando regresa a Francia en 1728, Voltaire difundirá las progresistas ideas políticas inglesas y el pensamiento del científico Isaac Newton y del filósofo John Locke.En 1731 escribe Historia de Carlos XII, obra en la que esboza los problemas y tópicos que, más tarde, aparecerán plenamente madurados en su famosa obra Cartas filosóficas, publicada en 1734 y en la que lleva a cabo una radical defensa de la tolerancia religiosa y la libertad ideológica, tomando como modelo la permisividad inglesa y acusando al cristianismo de ser la raíz de todo fanatismo dogmático. Por este motivo, en el mes de mayo se ordena su detención y Voltaire se refugia en el castillo de la culta Madame Châtelet, mujer con la que establecerá una larga relación personal y con la que trabajará concienzudamente en una obra sobre el pensamiento newtoniano, que lleva por título: La filosofía de Newton.En 1742 Voltaire publica Mohamed o el fanatismo, obra que será prohibida y un año después aparece Mérope. Por esta época, en la que había estallado la guerra de sucesión austríaca, Voltaire marcha en misión secreta a Berlín, después de lo cual recupera su prestigio, siendo nombrado académico, historiógrafo y Caballero de la Cámara real. Cuando muere Madame de Châtelet en 1749, Voltaire vuelve a Berlín invitado por Federico II, pero pronto acaba mal con el monarca y, huyendo de Prusia, se le detiene en Francfort, para después ser expulsado nuevamente de Alemania. Como Francia le negó la residencia, Voltaire se refugia en Suiza.En 1759 publica Cándido o el optimismo, obra que será inmediatamente condenada en Ginebra por sus irónicas críticas a la filosofía leibniziana y su chistosa sátira contra clérigos, nobles, reyes y militares. Las inocentes reflexiones del joven Cándido no dejan títere con cabeza. Cuatro años después compone Tratado sobre la tolerancia y en 1764 su Diccionario filosófico. Desde entonces, siendo ya Voltaire un personaje famoso e influyente en la vida pública, interviene en distintos casos judiciales, como el caso Calas y el de La Barre, que estaba acusado de impiedad, defendiendo la tolerancia y la libertad a todo dogmatismo y fanatismo.En 1778 Voltaire vuelve a París, acogido con entusiasmo, muriendo el 30 de mayo de ese mismo año.El pensamiento de VoltaireAunque fue un pensador polifacético y poco o nada sistemático, Voltaire se convirtió en un símbolo del enciclopedismo y de las modernas ideas ilustradas que defendían la libertad de pensamiento, la tolerancia y la justicia como instrumentos superadores de la ignorancia, el dogmatismo y las supersticiones de toda índole. Frente al oscurantismo no solo ideológico, sino académico, esgrimirá Voltaire el buen hacer de su pluma, la cual gozaba de una enorme claridad crítica y de una demoledora y mordaz franqueza que le hicieron granjearse numerosos problemas y enemistades. Su escritura se mofa de la utilizada por los abstrusos escolásticos o, como sarcásticamente escribe en el Cándido, de los que se dedicaban a enseñar la metafísica teologocosmolonigológica.Pese a compartir muchos de los postulados básicos aceptados por la mayoría de los ilustrados ingleses y franceses, a Voltaire le separa de ellos la carencia de un optimismo metafísico y la fe en un progreso humano capaz de arrebatarnos de la mezquindad y de la ruindad en la que estamos inmersos. En contra de la tesis del "buen salvaje" mantenida por Rousseau, Voltaire no cree en ninguna inocencia y bondad naturales del hombre. No es la sociedad, el Estado o la cultura la que pervierte y denigra esa inocencia primigenia del hombre, antes bien, es el propio hombre el que genera las propias condiciones de su miseria. La ética no se halla subordinada a la política, porque se trata de un ámbito inmanente a nuestra propia naturaleza. La absoluta confianza de la razón que postularon un siglo antes los racionalistas no es aceptada por Voltaire, para el cual la inteligencia humana por sí misma puede denunciar, criticar y corregir algunos prejuicios, errores o disparates, pero por sí sola es impotente para erradicar estos males.Frente al optimismo adoptado por los ilustrados y llevado a su culmen por Leibniz en su teoría de la armonía preestablecida, en la que afirma que éste es el mejor de los mundos posibles, el joven e inocente Cándido saca sus propias conclusiones:"-Oh, Pangloss –exclamó Cándido-. Jamás me hablaste de semejantes abominaciones, y por lo que veo y he visto son hechos concretos y verídicos. ¿Habré de renunciar a compartir tu optimismo.-¿Qué es el optimismo? –inquirió Cacambo.-No es sino el empeño de sostener que todo es magnífico cuanto todo es pésimo –explicó Cándido."(Cándido).El único remedio para hacer la vida tolerable que acepta Voltaire en su obra Cándido o el optimismo es el trabajo. De nada sirve buscar fines ni mucho menos presuponer que existe cierto orden racional en el mundo susceptible de crear las condiciones necesarias en las que pueda desarrollarse una vida virtuosa y justa. Como dice chistosamente en la mencionada obra, el fin con el que Dios creó el mundo fue "para hacernos de rabiar"."- Lo que sé es que hay que cultivar nuestro jardín –le interrumpió Cándido.- Tenéis razón –reconoció Pangloss-, porque cuando el hombre fue colocado en el jardín del Edén fue puesto ut operaretur eum para trabajar. Prueba de que el hombre no ha nacido para el ocio.- Pues trabajemos sin discutir –concluyó Martín-. Es el único medio de hacer la vida tolerable." (Cándido)Voltaire aceptó las tesis del deísmo, es decir, de aquella doctrina que reivindica una religión natural o racional defendiendo la libertad ideológica, de culto y la tolerancia religiosa. El anticlericalismo radical (sinónimo en nuestros días de volteranismo), que se desprende de la mayoría de sus obras, sin embargo no debe llevarnos a suponer que Voltaire defendiera una postura atea. De hecho, afirma que "si Dios no existiera sería necesario inventarlo, pero la naturaleza entera nos grita que existe".En el Diccionario filosófico, Voltaire define el deísmo en los siguientes términos:"El deísmo es una religión difundida en todas las religiones; es un metal que se alía con los demás metales, y cuyas venas se extienden por debajo de la tierra (...)La religión revelada no es ni podía ser otra que la religión natural perfeccionada. De modo que el deísmo es el buen sentido que no está enterado aún de la revelación y las otras religiones son el buen sentido que pervirtió la superstición (...)"La crítica volteriana tiene una función terapeútica, aunque es consciente de los límites de su quehacer. Efectivamente, es la propia naturaleza humana la responsable de todas sus ruindades y miserias. El mundo se rige no por el principio de lo mejor, sino de lo peor. El mal en el mundo no proviene de Dios ni de condicionantes históricos o políticos, sino del hombre mismo:"…encuentro que todo está al revés entre los hombres, que nadie conoce sus derechos ni sus deberes (…)- Pues yo he visto cosas peores –replicó Cándido -.Sin embargo, un sabio que murió ahorcado me enseñó que todo está hecho a la perfección y que lo que vos me decís son las sombras de un bello cuadro.- Vuestro ahorcado se burlaba de la gente –aseguró Martín -.Vuestras sombras son manchas horribles.- Los hombres son quienes lo manchan todo sin poder evitarlo- comentó Cándido.- Entonces no es culpa suya –indicó Martín." (Cándido o el optimismo).

Pensadores del siglo XVIII: Rousseau (parte 2)

Rousseau.

El primer hombre al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir ‘Esto es mío’ y encontró a gentes lo bastante simples como para hacerles caso, fue el verdadero fundador de la Sociedad Civil ("Discursos sobre el origen y la desigualdad entre los hombres") .Pese a que fue uno de los grandes ideólogos de la revolución francesa, el pensamiento de Jean Jacques Rousseau (1712-1778) se separa en muchos puntos esenciales de los ideales mantenidos por otros ilustrados franceses, como Voltaire, Diderot, D’Alambert o Montesquieu.
Por su aguda crítica a la civilización y la cultura, y su audaz desprecio a la idea de un progreso o mejora de la humanidad fundamentado en el uso de la razón, Rousseau se convirtió en uno de los pensadores más atípicos de la ilustración, anticipándose a las tesis que mantuvo posteriormente el Romanticismo. Frente a la fría racionalidad heredera del racionalismo, defenderá el sentimiento y la pasión como valores intrínsecos y esenciales al ser humano; valores que habían sufrido un enorme menoscabo y en cuyo desdén arraigaban los pilares de la cultura occidental. Nacido en Ginebra el 28 de Junio de 1712, Rousseau pertenecía a una familia económicamente modesta y de religión protestante de la que recibió una deficiente educación. Huérfano de madre desde niño, su padre, relojero, aficionado a la música y bailarín, tuvo que huir de Ginebra por una disputa con un militar de buena familia, confiando su hijo al cuidado del pastor Lambercier hasta 1724, fecha en la que Rousseau comienza a trabajar en diferentes oficios. Siendo ayudante de un grabador, huyó de éste debido a sus violentos modales, dejando Ginebra y vagabundeando por distintas ciudades hasta llegar a Annency, donde fue acogido por Mme. de Warens, una conversa al catolicismo que pretendía que Rousseau abjurase del protestantismo, por lo que le envió a Turín para ser bautizado y convertido. Allí nuestro filósofo se ganó la vida temporalmente contratado por la esposa de un tendero, pasando al servicio de Mme. de Vercellis en 1728 y un año después sirviendo en casa del conde de Gouvon. Entre 1729 y 1730, Rousseau deambula por numerosas ciudades dedicándose a enseñar música y en 1731 viaja por vez primera a París, donde trabaja como preceptor. A finales de año se traslada a casa de Mme. de Warens en Chámbery, que le consigue un empleo en el catastro de Saboya, residiendo allí durante ocho años, en los que se dedica a estudiar música, filosofía, química, matemáticas y latín. En 1742 viaja de nuevo a París para presentar una nueva notación musical que la Academia no consideró "ni útil ni original". Sin embargo, en estas fechas contactó con Diderot y otros ilustrados. En 1743 publica su Disertación sobre la música moderna y al año siguiente conoce a Théresè Levasseur, con la que mantiene relaciones estables de las que tendrá cinco hijos, todos ellos confinados en un orfanato por ¡el padre de la pedagogía!.Después de redactar numerosos artículos sobre música para la Enciclopedia a petición de D’Alambert, representa en 1745 la ópera Las musas galantes y establece amistad con Grimm y Diderot. Fue precisamente en una visita a éste a la cárcel cuando Rousseau leyó en un periódico que se celebraba un concurso de ensayo de la Academia de Dijon cuyo tema versaba sobre si debían considerarse beneficiosas para la moral humana las artes y las ciencias. Dicho concurso lo ganó Rousseau en 1750 con el ensayo Discurso sobre las ciencias y las artes, texto en el que mantenía una postura pesimista que anticipó muchas de las tesis freudianas de El malestar de la cultura y en la que se oponía abiertamente al pensamiento de los filósofos ilustrados defendiendo que las artes y las ciencias, fuentes de perversión y esclavitud, contribuían esencialmente a la degeneración y envilecimiento del hombre.Obra de gran polémica en su tiempo, el Discurso arranca de una hipótesis contraria a la mantenida por Hobbes de un estado salvaje de naturaleza en el que el hombre estaba en guerra contra el hombre, siendo cada uno enemigo del otro y viviendo todos en el miedo, la desconfianza y el terror. Rousseau concibe que el estado "natural" del hombre, antes de surgir la vida en sociedad, era bueno, feliz y libre. El "buen salvaje" vivía independiente, guiado por el sano amor a sí mismo. Este estado natural es "un estado que no existe ya, que acaso no ha existido nunca, que probablemente no existirá jamás, y del que es necesario tener conceptos adecuados para juzgar con justicia nuestro estado presente", es decir, se trata de una hipótesis que permite valorar la realidad actual: el estado social, aquel en el que el hombre se aparta de la naturaleza para vivir en comunidad, guiado por el egoísmo, el ansia de riqueza (propiedad) y la injusticia.El Discurso causó tantas controversias que Rousseau tuvo que abandonar su puesto y dedicarse a trabajar como copista de música. En 1752 presenta en la corte su ópera El adivino del pueblo y, en 1754 publica una de sus grandes obras: Discurso sobre el origen y el fundamento de la desigualdad entre los hombres, en la que lleva a cabo una dura crítica de las instituciones políticas y sociales como grandes corruptoras de la inocencia y bondad naturales del hombre. De ella dijo Voltaire que era un libro "contra el género humano", que cuando se lee "entran ganas de andar a cuatro patas". Sin embargo, en esta obra y en las siguientes, Rousseau analiza el tránsito del hipotético estado de naturaleza al estado social como una degeneración (no un progreso) producto de las desigualdades sociales que surgen con la propiedad privada, el derecho para protegerla, y la autoridad para que se cumpla ese derecho. Las leyes establecidas en toda sociedad son siempre las leyes que defienden al poderoso, al rico y a su poder frente a los no poseedores de propiedad, a los pobres. La propiedad privada y el derecho han creado un abismo entre dos "clases" jerárquicamente diferenciadas entre sí: la clase de los propietarios, de los poderosos y de los amos, frente a la clase de los no propietarios, pobres y esclavos. Esta situación no es superable, según Rousseau, pero puede ser mitigada a través de una sana vuelta a la naturaleza y una educación que fomente el individualismo y la independencia del hombre. Después de publicar esta obra Roussesau volvió a Ginebra y se acogió de nuevo al calvinismo, instalándose en 1756 en la casa de campo de Mme. d’Epinay en Montmorency, junto con Théresè y la madre de ésta. Pero pronto surgen problemas, debido al enamoramiento de Rousseau por la condesa d’Houdetot, que finalmente llevó a las dos mujeres a cortar relaciones con Rousseau, el cual se retiró a casa del mariscal de Luxemburgo en 1757. Un año después publica su novela epistolar La nueva Eloísa y en 1762 aparecerán dos de sus obras más importantes: El contrato social y Emilio o de la educación. Ambas serán prohibidas inmediatamente por el parlamento de París (después en Ginebra, en Holanda y en Berna), que ordena su detención, por lo que Rousseau se refugia en Neuchâtel, dependiente de Prusia. Estas obras se oponían de forma contundente al liberalismo de Montesquieu, al utilitarismo, así como a toda forma de aristocratismo ideológico o político.En el Emilio, Rousseau hace un análisis de la educación donde analiza los procesos mediante los cuales el niño se sociabiliza y pierde su bondad e inocencia natural. Frente a la fría cultura racionalista y libresca, propone una educación que siga y fomente los procesos naturales humanos sin alterarlos y que se base en los sentimientos naturales del amor a sí mismo y del amor al prójimo. Criticando la pedagogía ilustrada, Emilio se educará a sí mismo para dar lugar a una nueva sociedad, más libre y cercana a su estado natural.En El contrato social, Rousseau manifiesta otra manera de paliar la degeneración a la que nos vemos abocados en el estado social, degeneración que resume en su célebre frase "el hombre nace libre, pero en todas partes se encuentra encadenado". Las injusticias sociales y la fractura de "clase" pueden mitigarse no sólo a través de la educación, sino transformando el orden social endógenamente, es decir: desde el interior de la sociedad misma, y sin violencia. Los hombres deben establecer un nuevo Contrato Social que los acerque a su estado natural. Este contrato no es un pacto o convenio entre individuos (Hobbes) ni un contrato bilateral (Locke). El nuevo contrato social es un pacto de la comunidad con el individuo y del individuo con la comunidad, desde el que se genera una "voluntad general" que es distinta a la suma de las voluntades individuales y que se constituye en fundamento de todo poder político. La soberanía ha de emanar de la voluntad general, siendo indivisible (contra Locke y Montesquieu, Rousseau no es partidario de la separación de poderes) e inalienable (la ley procede de la Voluntad General y sus ejecutores son, por lo tanto, sustituibles). La libertad individual ha de constituirse, a través de la Voluntad General, en libertad civil y en igualdad. Todo esto aspira a un deseo o proyecto; se refiere al deber ser, no al ser.La graves acusaciones que le acarrearon estas obras obligaron a Rousseau a refugiarse en Inglaterra, invitado por el filósofo empirista David Hume. Pero sus graves trastornos mentales y el empeoramiento de sus manías persecutorias le enfrentaron con todos sus amigos, a lo que contribuyó una pesada broma que le gastó Horace Walpole. Éste, conociendo la inestabilidad de Rousseau, escribió una carta para asustarle, en la que le convencía de los malévolos planes que tenía el gobierno para asesinarle, utilizando como intermediario a Hume, al que Rousseau, mentalmente desequilibrado, acusó injustamente de todo. De vuelta a Francia en 1768, Rousseau se casa con Théresè, trabajando como copista en París en 1770. Fallece en 1778, súbitamente, habiendo sospechas de suicidio.Pese a lo controvertido de su vida y de su obra, no cabe duda de que el pensamiento de Rousseau ha sido la gran fuente de inspiración tanto de la Revolución francesa, como de la comuna de París y de los movimientos comunistas del siglo XIX, inspirando también a Tomas Jefferson en su Declaración de independencia de los EE.UU de América. Además de en cuestiones políticas, Rousseau influyó enormemente en la literatura, así como en el movimiento romántico, del que fue un claro precursor. Texto: Elena Diez de la Cortina Montemayor.

Pensadores del siglo XVIII: Rousseau

El primer pensador moderno en plantear el conflicto entre libertad e igualdad
Rousseau: la democracia directa
La voluntad general como expresión de libertad
Muchos escritores antes que Rousseau, habían hablado del pueblo y clamado por sus
derechos. Pero en general, por “pueblo” entendían en principio, el discriminado tercer
estado de prósperos y respetables comerciantes, abogados e intelectuales. Rousseau es
el primer escritor político moderno que era del pueblo: las sumergidas, inarticuladas
masas de la “petit bourgeoisie”, los pobres artesanos y trabajadores, los campesinos,
los “déclassés”, para los cuales no había lugar ni esperanza en el orden de cosas
existentes
Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) nació en una pobre
familia de ginebra donde sus antepasados franceses habían
huido por razones religiosas en el siglo XVI. [1] En el
desarrollo de su pensamiento, Rousseau parte de Maquiavelo –
por quien profesaba una gran admiración y a quien creía un
republicano sincero— y del estudio de la antigüedad clásica,
pero sobre todo de la jerarquizada y rígida Esparta,
conservadora y cerrada sobre sí misma, mucho más que de la
dinámica y democrática Atenas, en donde veía excesos y
corrupción.
En 1750 recibió el primer premio de la Academia de Dijón por su primer trabajo: “Un
discurso sobre los efectos morales de las artes y la ciencias”. Su tesis era opuesta a la de
la época: “Nuestras mentes han sido corrompidas en la misma proporción que las artes y
ciencias han progresado”. Anticipándose a sus propios puntos de vista posteriores sobre
educación en el Emilio (1762) Rousseau escribe en su primer “Discourse” que la
educación tradicional es demasiado vocacional y demasiado especializada, lanzando una
acusación tan actual hoy como en 1749: “Nosotros tenemos médicos, geómetras,
químicos, astrónomos, poetas, músicos y pintores... pero no tenemos más un ciudadano
ante nosotros”.
En 1755 Rousseau publica el “Discurso sobre economía política”, primer acercamiento
constructivo a una teoría del Estado y cuya importancia radica en que fue la primera
exposición de su concepto de la voluntad general, su contribución más original a la
filosofía política. Cuando en 1762 publicó su “Contrato Social”, sus principales ideas no
fueron el resultado de una repentina inspiración sino fruto de una maduración a lo largo
de años, parcialmente expresada ya en sus discursos.
- 2 -
Cada miembro del cuerpo político es
simultáneamente, ciudadano y súbdito
En el desarrollo de su concepto de la voluntad general, Rousseau pone distancia con
respecto al absolutismo de Hobbes. Pero también se aparta del liberalismo de Locke. El
soberano de Rousseau es el pueblo, constituido como comunidad política a través del
contrato social.
Mientras que en Locke el pueblo transfiere el ejercicio de su suprema autoridad,
legislativa, ejecutiva, judicial, a órganos de gobierno, el concepto de Rousseau de
soberanía inalienable e indivisible no le permite al pueblo transferir su función
legislativa, la suprema autoridad, al Estado.
En cuanto a las funciones ejecutiva y judicial, Rousseau se da cuenta que tienen que ser
ejercidas por órganos especiales de gobierno, pero ellos están completamente
subordinados al pueblo soberano y no hay insinuación o sugestión de separación o
balance de poderes.
¿Una visión organicista del Estado?
Mientras que Hobbes identifica el soberano con el gobernante que ejerce la soberanía,
Rousseau traza una clara distinción sobre soberanía –que siempre y completamente
reside en el pueblo— y el gobierno que es un agente temporario (como en la concepción
de Locke) del pueblo soberano.
Fundamentalmente altera el concepto mecanicista del Estado como un instrumento
(compartido tanto por Hobbes como por Locke) y revive la teoría orgánica del Estado,
que se remonta a Platón y Aristóteles.
La voluntad general no es la simple suma de las voluntades de todos. Es algo diferente.
Rousseau se inclina (al afirmar el principio de que la soberanía es inalienable e
indivisible) por el sistema de democracia directa. Un aporte capital de Rousseau al
pensamiento político, es su afirmación de que cada miembro del cuerpo político es
simultáneamente ciudadano y súbdito. Ciudadano, “miembro del soberano”, en cuanto
participante de la actividad del cuerpo político (llamado “soberano” en su faz activa y
“Estado” en su aspecto pasivo). Súbdito en cuanto se somete a las leyes, votadas por ese
cuerpo político, por ese soberano del cual es miembro [2].
Obligado a ser libre
Pero esto lo conduce a un problema de difícil solución: ¿Cómo explicar la situación que
queda, frente a una decisión democrática, la opinión u opiniones en minoría? Si la
voluntad general, fruto del contrato social, es la manifestación superior del cuerpo
político, ¿cómo explicar el disenso?
Dice Rousseau en El Contrato social: “En efecto, cada individuo puede, como hombre,
tener una voluntad contraria o desigual a la voluntad general que posee como
- 3 -
ciudadano: su interés particular puede aconsejarle de manera completamente distinta
de la que le indica el interés común...”
Si alguien, contrariando a la voluntad general, quisiera seguir sus intereses particulares,
¿sería justo? Gozar “de los derechos de ciudadano sin querer cumplir o llenar los
deberes de súbito” sería una “injusticia cuyo progreso causaría la ruina del cuerpo
político”.
“A fin de que este pacto social no sea, pues, una vana fórula, él encierra tácitamente el
compromiso, que por sí solo pude dar fuerza a los otros, de que, cualquiera que rehúse
obedecer a la voluntad general, será obligado a ello por todo el cuerpo; lo cual no
significa otra cosa sino que se le obligará a ser libre...”
Rousseau reconoce que en el gobierno popular directo la unanimidad, en la práctica, es
imposible y que el voto de la mayoría restringe, anula, la opinión de la minoría. Cuando
un ciudadano objeta una ley propuesta en una asamblea y se encuentra a sí mismo en
minoría, no por eso pierde su libertad, su voto minoritario prueba que o reconoce la
voluntad general y la mayoría por ello puede gobernar sobre él.
Obedeciendo la voluntad general se alcanza la libertad moral del individuo, y si él se
rehusa a obedecer, debe ser obligado a ello.
La “voluntad general”, ¿germen de totalitarismos?
Esta extrema formulación de Rousseau –el hombre puede ser obligado a ser libre,
puesto que su libertad no es lo que él piensa sino lo que él debe pensar que es--, podrá
ser fácilmente usado por Hegel y, más tarde, por los modernos idólatras de un Estado
total. Por ello es que, a partir de Rousseau, comienzan a trazarse firmemente dos
tendencias: una construcción mecanicista de la teoría política liberal, que interpreta el
bien general como el producto final de todas las voluntades e intereses individuales, y
una exageración del elemento orgánico –presente en el pensamiento roussoniano pero
que el ginebrino jamás imaginó-- para propósitos totalitarios.
Tal vez debiéramos recordar lo que Cassirer dice a propósito de Maquiavelo. El siglo
XX vio el crecimiento y desarrollo de totalitarismos que anularon el individuo y la
libertad. Su proyección puede transformarse en una lente de aumento que magnifica
conceptos de un autor que convencidamente buscaba la realización de un ideal
igualitario que tuviera por fin la libertad.
Desde que el pensamiento democrático surgiera hace 2.500 años en Grecia, llevó
implícito un problema de crucial trascendencia: el equilibrio, la “debida tensión”, entre
el concepto de libertad y la búsqueda de la igualdad real (y no tan sólo jurídica). Pero
Rousseau fue el primer pensador moderno en plantearlo de manera dramática y en toda
su crudeza.
Notas
[1] William Ebenstein, Great Political Thinkers, Plato to the Present, (1956)
[2] Jean-Jacques Chevallier, Les grandes oeuvres politiques, de Machiavel a nos jours,
París, Armand Colin

Pensadores del siglo XVIII: Montesquieu

El espíritu de las leyes. (Montesquieu)

Capítulo 1. De las leyes en general.

Las leyes en su más extenso significado, son las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas; y, en este sentido, todos los seres tienen sus leyes: la divinidad (...) el mundo material (...) las inteligencias superiores al hombre (...) los brutos (...) los hombres (...) Estas reglas son un relación establecida constantemente (...) cada diversidad es uniformidad; cada cambio es constancia. (...)
El hombre como ser físico, lo mismo que los demás cuerpos, está gobernado por leyes invariables. Como ser inteligente, viola sin cesar las leyes que ha establecido Dios, y varía las que ha establecido él mismo; hace falta que se conduzca y, sin embargo, es un ser limitado; está sujeto a la ignorancia y al error, como todas las inteligencias finitas; incluso pierde los débiles conocimientos que posee. Como criatura sensible se encuentra sometido a mil pasiones; semejante ser podía olvidar a Dios en todo instante. Dios se lo recuerda por las leyes de la religión; semejante ser podía olvidarse en todo instante de sí mismo; los filósofos le han recordado por las leyes de la moral: hecho para vivir en sociedad podía olvidar a los demás; los legisladores le han hecho entrar en sus deberes por las leyes políticas y civiles.
Capítulo 2. De las leyes de la naturaleza.
Anteriores a todas estas leyes son las leyes de la naturaleza, llamadas así porque derivan únicamente de la constitución de nuestro ser. Para conocerlas bien, hay que considerar a un hombre antes del establecimiento de las sociedades. En semejante estado, las leyes que reciben serán las de la naturaleza.
La ley que imprimiendo en nosotros la idea de un creador nos lleva hacia él es la primera (...) por su importancia (...) pero no por el orden. El hombre en su estado natural tendría la facultad de conocer, pero no conocimientos. Es claro que sus primeras ideas no serían ideas especulativas. Pensaría en la conservación (...) Un hombre así sólo sería consciente, al principio de su debilidad; su timidez sería extremada. (...) En estas condiciones cada uno se sentiría inferior a los demás o, todo lo más, igual, de modo que nadie intentaría atacar a otro. La paz sería, pues, la primera ley natural. (...)
Al sentimiento de su debilidad (...) uniría el sentimiento de sus necesidades, y, así, otra ley natural sería la que le inspirase la búsqueda de alimentos. (...) el temor (...) el placer (...) la atracción (...) (...) el conocimiento (...) constituiría la tercera. (...) Y el deseo de vivir en sociedad es la cuarta ley natural.
Capítulo 3. De las leyes positivas.

Tan pronto como los hombres se hallan en sociedad, pierden el sentimiento de su debilidad; cesa la igualdad que existía entre ellos, y comienza el estado de guerra.
Cada sociedad particular llega a sentir su fuerza, lo que produce un estado de guerra de nación a nación. Los particulares, en cada sociedad, comienzan a sentir su fuerza; buscan volver a su favor las principales ventajas de esta sociedad, lo que constituye entre ellos un estado de guerra.
Estas dos clases de estados de guerra establecen las leyes entre los hombres. Considerados habitantes de tan gran planeta, en el que es necesario que haya diversos pueblos, tienen leyes en las relaciones que estos pueblos tienen entre sí; y es el Derecho de gentes. Considerado como viviendo en una sociedad que debe ser mantenida, tiene leyes en las relaciones que tienen los que gobiernan con los gobernados; y es el Derecho político. Las tienen también en las relaciones que todos los ciudadanos tienen entre sí; y es el Derecho civil. (...) Una sociedad no podría subsistir sin un gobierno. La reunión de todas las fuerzas particulares (...) forma lo que se llama un Estado político. (...)
Las fuerzas particulares no pueden reunirse sin que se reunan todas las voluntades. La reunión de estas voluntades (...) es lo que se llama estado civil.
La ley, en general, es la razón humana en cuanto gobierna a todos los pueblos de la tierra; las leyes políticas y civiles de cada nación no deben ser más que los casos particulares a los que se aplica la razón humana. Por ello, dichas leyes deben ser adecuadas al pueblo para el que fueron dictadas (...) Deben adaptarse a los caracteres físicos del país, al clima (...) a la calidad del terreno, a su situación, a su tamaño, al género de vida (...) Deben adaptarse al grado de libertad que permita la constitución, a la región (...) inclinaciones (...) riqueza (...) costumbres (...) maneras.
El equilibrio político: división de poderes.
En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el (...) de las cosas pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo de las que pertenecen al civil.
Por el primero, el príncipe o magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el tercero, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares. Este último se llamará poder judicial; y el otro simplemente poder ejecutivo del Estado.
La libertad política, en un ciudadano, es la tranquilidad de espíritu que proviene de la opinión que cada uno tiene de su seguridad; y para que se goce de ella, es preciso que sea tal el gobierno que ningún ciudadano tenga motivo de temer a otro.
Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona (...) entonces no hay libertad, porque es de temer que (...) hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo.
Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor.
En en estado en que un hombre solo o una corporación (...) administrasen los tres poderes (...) todo se perdería enteramente. (...)
El poder judicial no debe confiarse a un senado permanente y sí a personas elegidas entre el pueblo en determinadas épocas del año, de modo prescrito por las leyes, para formar un tribunal que dure solamente el tiempo que requiera la necesidad.
De este modo el poder de juzgar, tan terrible en manos del hombre, no estando sujeto a una clase determinada, ni perteneciente exclusivamente a una profesión se hace, por decirlo así, nulo e invisible. Y como los jueces no están presentes de continuo, lo que se teme es la magistrartura y no se teme a los magistrados.
Y es necesario también que en las grandes acusaciones el criminal, unido con la ley, pueda elegir sus jueces, o cuando menos recusar un número tan grande de ellos que los que resten se consideren elegidos por él.

Sobre la libertad.

No hay palabra que haya recibido significados más diferentes y que haya impresionado más a los espíritus de tantas maneras como la de la libertad. Los uno la han tomado por la libertad de deponer a aquel al que habían dado un poder tiránico; los otros, por la facultad de elegir aquel a quien debían obedecer; otros, por el derecho a estar armados y a poder ejercer la violencia; aquéllos, por el privilegio de no ser gobernados más que por un hombre de su nación o por sus propias leyes. (...) Algunos han unido ese nombre a una forma de gobierno y lo han excluido de los otros. (...) En fin, cada uno ha llamado libertad al gobierno que era más conforme con sus costumbres y sus inclinaciones; y como, en una república, no siempre se tiene ante los ojos y de una manera tan presente los instrumentos de los males que se deploran, y también las leyes parecen hablar más y los ejecutores de la ley hablar menos, se les pone ordinariamente en las repúblicas y se la excluye de las monarquías. En fin, como en las democracias el pueblo parece hacer poco más o menos lo que quiere, se ha puesto la libertad en ese tipo de gobierno y se ha confundido el poder del pueblo con la libertad del pueblo.
Es cierto que en las democracias el pueblo parece hacer lo que quiere; pero la libertad política no consiste en hacer lo que se quiera. En un Estado, es decir, en una sociedad en la que haya leyes, la libertad no puede consistir más que en poder hacer lo que se debe querer y no verse obligado a hacer aquello que no se debe querer.
Hay que entender claramente lo que es la independencia y lo que es la libertad. La libertad es el derecho de hacer lo que las leyes permiten; y si un ciudadano pudiera hacer lo que prohiben, ya no habría libertad, porque los otros tendrían ese mismo poder.
La democracia y la aristocracia no son estados libres de por sí. La libertad política no se halla más que en los gobiernos moderados (...) cuando no se abusa de su poder; pero es una experiencia eterna que todo hombre que tiene poder se ve inclinado a abusar de él; y así lo hace hasta que encuentra algún límite. ¿Quién lo diría? Hasta la virtud necesita límites.
Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que, por la disposición de las cosas, el poder detenga al poder.

Pensadores del siglos XVIII: Montesquieu

Montesquieu

La libertad política, en un ciudadano, es la tranquilidad de espíritu que proviene de la opinión que cada uno tiene de su seguridad y para que se goce de ella, es preciso que sea tal el gobierno que ningún ciudadano tenga motivo de temer a otro. Más político o sociólogo que filósofo, el ilustrado Charles Louis de Secondat es difícilmente encasillable en una disciplina concreta. Nacido en La Bréde, Burdeos, Francia, en 1689, en el seno de una familia acomodada, estudió ciencia e historia en la universidad, ejerciendo poco tiempo después como abogado en el gobierno local.
Después de morir su padre en 1713, vivió bajo el cuidado de su tío, el barón de Montesquieu, que muere tres años después, dejando a Charles tanto su fortuna como su oficio de presidente del Parlamento de Burdeos, así como su título de Barón de Montesquieu.A partir de entonces, viaja por Europa, pero fue sobre todo Londres la ciudad que más simpatías le despertó, debido al tipo de gobierno que había instaurado en Inglaterra. Su interés primordial se centra en la investigación de las formas de gobierno, las leyes y las costumbres de los distintos países de Europa. A los 32 años escribe Cartas persas, obra que le granjeará una gran fama por su crítica a las libertades y privilegios de que gozaban las clases altas, incluido el clero. En 1734 publica Consideraciones sobre las causas de la grandeza de los romanos y de su decadencia, Y en 1748 Montesquieu saldrá a la luz su obra más conocida y que más influencia ejercerá en los siglos siguientes, El espíritu de las leyes, del cual se hicieron más de veinte ediciones en dos años. En 1750 publica Defensa del espíritu de las leyes. Todas estas obras fueron incluidas en el Índice de libros prohibidos por la Iglesia Católica. Montesquieu muere en 1755. Montesquieu pertenece al movimiento ilustrado que, tomando sus raíces en la confianza en la razón postulada en el siglo anterior por Descartes, Leibniz o Hobbes, pretende convertirla en el tribunal al que se ha de apelar para el definitivo progreso de la humanidad. En palabras de Kant, la Ilustración significó "la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad", cuyo lema se explicita en la frase "sapere aude!" (¡atrévete a saber!). La Ilustración, sin embargo, pone ciertos límites a la omnipotencia de la razón de los racionalistas, excluyendo de la filosofía los temas propios de la metafísica y de la teología tradicional. La crítica de la razón sólo puede extenderse hacia aquello que caiga bajo sus límites. Dentro de esta crítica, el pensamiento de Montesquieu contribuyó a desmontar la tradición que justificaba prejuicios, privilegios, injusticias y barbaries.En las Cartas persas Montesquieu se disfraza de Usbek, un joven persa que lleva a cabo una satírica visión del mundo occidental de su tiempo, mostrando sus anacronismos y absurdos y sus fanatismos religiosos y políticos. El problema de la historia se abordará, no obstante, en El espíritu de las leyes. Los acontecimientos históricos no son producto del azar ni de la fatalidad (fatum), ni tampoco pueden ser considerados como una serie casual y contingente de hechos más o menos aleatorios. Según su teoría política, "No es la fortuna la que gobierna el mundo", todo obedece a unas leyes que son "las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas". Cualquier suceso particular se adhiere a ciertos principios (causas generales o morales o físicas), y el acontecer histórico de cualquier nación e, incluso, cualquier hecho a simple vista irrelevante o azaroso, como una victoria en una batalla, obedece siempre a unas leyes generales. La ley es una relación necesaria y la historia no es más que la cadena de causas y consecuencias de los hechos que siguen esas leyes."Los que han dicho que una fatalidad ciega ha producido todos los efectos que vemos en el mundo, han dicho un gran absurdo; pues ¿qué mayor absurdo que el que una fatalidad ciega haya producido seres inteligentes?.Hay, pues, una razón primitiva; y las leyes son las relaciones que existen entre ellas y los diversos seres, y las relaciones de estos diversos seres entre sí." Ahora bien, las leyes que rigen a los hombres, no en tanto que entidades físicas sino en relación a su ser histórico e inteligente, son relativas, es decir: dependen de un contexto en el que surgen y sus leyes pueden ser investigadas dependiendo de diversos factores, como las formas de gobierno, las costumbres, la religión e, incluso, el clima:"El hombre, como ser físico, lo mismo que los demás cuerpos, está gobernado por leyes invariables. Como ser inteligente, viola sin cesar las leyes que ha establecido Dios, y varía las que ha establecido él mismo; hace falta que se conduzca y, sin embargo, es un ser limitado."Esto no implica que lo natural sea contradictorio con lo convencional (legislación, leyes). La relatividad de las leyes surge de la propia heterogeneidad de los pueblos y de los hombres y, por otro lado, la variabilidad humana, así como de sus leyes y costumbres dependen de las circunstancias que rodeen la vida de ese pueblo o comunidad. Entre los factores que determinan las leyes enumera Montesquieu la densidad de población, la economía y el trabajo, la religión, el gobierno y el clima. Sin embargo, no sólo estos factores determinan las leyes que rigen los pueblos. Las legislaciones heterogéneas instituidas por ellos dependen también de la libertad humana y son la expresión de esta libertad, que queda plasmada en toda normatividad. La libertad es, por lo tanto, aquello que permite que nos alcemos sobre todos nuestros condicionamientos sociales y físicos. Se trata, por lo tanto, de garantizar a todos los hombres el uso de esta libertad, examinando aquellas condiciones que lo hagan posible. ¿Qué tipo de gobierno sería deseable como mayor garante de la libertad? Para responder a esta pregunta, Montesquieu distingue dos tipos fundamentales de gobierno: la república "es aquél en que el pueblo, colectivamente o sólo en una parte, tiene el poder absoluto", será democrática si es el pueblo que detenta el poder y será aristocrática si el poder soberano se haya exclusivamente en manos de una parte del pueblo. La virtud propia de la república es la igualdad y su amor a la patria. El otro tipo de gobierno es la monarquía, en la que el poder es detentado por un sólo miembro de la comunidad. Sin embargo, si el poder no emana o no coincide o satisface los intereses del pueblo, la monarquía degenera en despotismo, sistema que se basa en el temor, oponiéndose a la virtud propia de la monarquía, el honor y el prejuicio de clase. Por ello, y para garantizar la libertad política del ciudadano que, según Montesquieu no es inherente a ningún tipo de gobierno, es necesario poner ciertos límites que eviten el despotismo: la separación de poderes en legislativo, ejecutivo y judicial, inspirada en la legislación inglesa y en las ideas de Locke. Es necesario que el poder contenga al poder. Según esta división, y en palabras de Montesquieu: "Por el primero, el príncipe o el magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el tercero, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares. Este último se llamará poder judicial y el otro poder ejecutivo del estado."Estos poderes se corresponden con tres estamentos sociales y políticos: el rey, el pueblo y la aristocracia. Los parlamentos y la nobleza son los que evitan los peligros que acarrearía la unión de poderes. Sin embargo, el pensamiento de Montesquieu se inscribe dentro de un ideal aristocrático que termina desdeñando la democracia a favor de un sistema monárquico como la forma de gobierno más deseable y exenta de despotismo. Pese a ello, los ideales de Montesquieu inspiraron políticamente a los parlamentos y a numerosas Constituciones.Texto: Elena Diez de la Cortina Montemayor.

jueves, 15 de abril de 2010

Selección de textos

"En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de rata; las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitoiros, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre; las curtidurías, a lejías cáusticas; los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos. Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las iglesias y el hedor se respiraba por igual bajo los puentes y en los palacios. El campesino apestaba como el clérigo; el oficial de artesano, como la esposa del maestro; apestaba la nobleza entera y, sí, incluso el rey apestaba como un animal carnicero y la reina como una cabra vieja, tanto en verano como en invierno, porque en el siglo XVIII aún no se había atajado la actividad corrosiva de las bacterias y por consiguiente no había ninguna acción humana, ni creadora ni destructora, ninguna manifestación de la vida incipiente o en decadencia que no fuera acompañada de algún hedor.
Y, como es natural, el hedor alcanzaba sus máximas proporciones en París, porque París era la mayor ciudad de Francia. Y dentro de París habia un lugar donde el hedor se convertía en infernal, entre la Rue aux Fers y la Rue de la Ferronnerie, o sea, el Cimetière des Innocents. Durante ochocientos años se había llevado allí a los muertos del hospital Hôtel-Dieu y de las parroquias vecinas; durante ochocientos años, carretas con docenas de cadáveres habían vaciado su carga día tras día en largas fosas y durante ochocientos años se habían ido acumulando los huesos en osarios y sepulturas. Hasta que llegó un día, en vísperas de la Revolución Francesa, cuando algunas fosas rebosantes de cadáveres se hundieron y el olor pútrido del atestado cementerio incitó a los habitantes no sólo a protestar, sino a organizar verdaderos tumultos, en que fue por fin cerrado y abandonado despues de amontonar los millones de esqueletos y calaveras en las catacumbas de Montmarttre. Una vez hecho esto, en el lugar del antiguo cementerio se erigió un mercado de víveres.
Fue aquí, en el lugar más maloliente de todo el reino, donde nació el 17 de julio de 1738 Jean-Batiste Grenouille. Era uno de los días más calurosos del año. El calor se abatía como plomo derretido sobre el cementerio y se extendía hacia las calles adyacentes como un vaho putrefacto que olía a una mezcla de melones podridos y cuerno quemado. Cuando se iniciaron los dolores del parto, la madre de Grenouille se encontraba en un puesto de pescado de la Rue aux Fers escamando albures que había destripado previamente. Los pescados, seguramente sacados del Sena aquella misma mañana, apestaban ya hasta el punto de superar el hedor de los cadáveres. Sin embargo, la madre de Grenouille no percibía el olor a pescado podrido o a cadáver porque su sentido del olfato estaba totalmente embotado y además le dolía todo el cuerpo y el dolor disminuía su sensibilidad a cualquier percepción sensorial y externa. Sólo quería que los dolores cesaran, acabar lo más rápidamente posible con el repugnante parto. Era el quinto. Todos los había tenido en el puesto de pescado y las cinco criaturas habían nacido muertas o medio muertas, porque su carne sanguinolenta se distinguía apenas de las tripas de pescado que cubrían el suelo y no sobrevivían mucho rato entre ellas y por la noche todo era recogido con una pala y llevado en carreta al cementerio o al río. Lo mismo ocurriría hoy y la madre de Grenouille, que aún era una mujer joven, de unos veinticinco años, muy bonita y que todavía conservaba casi todos los dientes y algo de cabello en la cabeza y, aparte de la gota y la sífilis y una tisis incipiente, no padecía ninguna enfermedad grave, que aún esperaba vivir mucho tiempo, quizá cinco o diez años más y tal vez incluso casarse y tener hijos de verdad como la esposa respetable de una artesano viudo, por ejemplo... la madre de Grenouille deseaba que todo pasara cuanto antes. Y cuando empezaron los dolores del parto, se acurrucó bajo el mostrador y parió allí, como hiciera ya cinco veces, y cortó con el cuchillo el cordón umbilical del recién nacido. En aquel momento, sin embargo, a causa del calor y el hedor, que ella no percibía como tales, sino como algo insoportable y enervante -como un campo de lirios o un reducido aposento demasiado lleno de narcisos-, cayó desvanecida debajo de la mesa y fue rodando hasta el centro del arroyo, donde quedó inmóvil, con el cuchillo en la mano.

Patrick Süskind. El Perfume.

“Todo sistema que, bajo una apariencia de humanidad o de beneficiencia, llevase a una monarquía bien ordenada a establecer entre los hombres una igualdad de deberes ya destruir las distinciones necesarias , conduciría pronto al desorden, consecuencia inevitable de la igualdad absoluta y produciría la subversión de la sociedad. El noble consagra su dignidad a la defensa del Estado y asiste con sus consejos al soberano.
La última clase de la nación que no puede otorgar al Estado servicios tan distinguidos, los suple con los tributos, la industria y los trabajos corporales.”

Solennelles. Amonestaciones del Parlamento de París. 4 de marzo de 1776

“Nuestra familia no cesaba de aumentar y la cuna estaba constantemente ocupada, aunque, ¡ay¡, la mano estranguladora de la muerte nos había arrancado de ella a alguno de sus pequeños ocupantes. Hubo tiempos, tengo que confesarlo, en que me parecía cruel llevar hijos en el vientre para perderlos luego y tener que enterrar amor y esperanzas en sus pequeñas tumbas (...). La mayor de mis hijas, Cristina Sofía, no vivió mas que hasta la edad de tres años, y también mi segundo hijo, Christian Gottlieb, murió a la más tierna edad. Ernesto Andrés no vivió más que unos pocos días más, y la niña que le siguió, Regina Juana, tampoco había llegado a su quinto cumpleaños cuando dejó este mundo. Cristina Benedicta, que vio la luz un día después que el del Niño de Belén, no pudo resistir el crudo invierno y nos dejó antes de que el nuevo año llegase a su cuarto día (...) Cristina Dorotea no vivió más que un año y un verano, y Juan Augusto no vio la luz más que durante tres días.
Así perdimos siete de nuestros trece hijos, (...) bondadosas mujeres de la vecindad trataban de consolarme diciendome que el destino de todas las madres es traer hijos a este mundo para perderlos luego, y que podía considerarme feliz si llegaba a criar la mitad de los que hubiese dado a luz.”

La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach.

*El libro es un texto anónimo, posiblemente escrito en el siglo XIX. No pertenece pues, a la segunda esposa del compositor, pero ilustra claramente la vida del mismo y el mundo en que se desenvolvió.
“Sí, hermanos, no es casualidad lo que os ha hecho nacer grandes y poderosos (se refiere al rey y la nobleza). Dios, desde el comienzo de los siglos, os había destinado a esta gloria temporal, señalándoos con el sello de su grandeza y separándoos de la muchedumbre por la magnificencia de los títulos y de las distinciones humanas.”

Massillón. Sermón sobre la consideración que los grandes deben a la Religión

“En más de siete octavas partes del reino de Francia, exceptuando los bosques y las viñas, todas las especulaciones, todos los esfuerzos del agricultor tienen por objeto cosechar trigo. Es la venta del trigo la que proporciona los fondos necesarios para satisfacer el pago del impuesto, la renta debida al propietario, todos los derechos de explotación. (...). La agricultura de la mayoría de las provincias de Francia (...) Puede ser considerada, por lo tanto, como una gran fábrica de trigo.”

Antoine Lavoisier. Informe a la Asamblea provincial del Orleanés. 1787.

“Los reyes son llamados justamente dioses, pues ejercen un poder similar al divino. Pues si consideráis los atributos de Dios, veréis cómo se encuentran en la persona de un rey (...). De la misma forma que es impío y sacrílego hacer un juicio sobre los actos de Dios, igualmente es temerario e inconsciente para un súbdito criticar las medidas tomadas por el rey.”

Jacobo I de Inglaterra. Reinó entre 1603 y 1625.

“La soberanía es el poder absoluto y perpetuo de la República (...). La soberanía no es limitada, ni en poder, ni en responsabilidad, ni en tiempo (...). es necesario que quienes son soberanos no estén de ningún modo sometidos al imperio de otro y puedan dar ley a los súbditos y anular o enmendar las leyes inútiles (...). Dado que, después de Dios, nada hay mayor sobre la tierra que los príncipes soberanos, instituidos per Él como sus lugartenientes para mandar a los demás hombres, es preciso prestar atención a su condición para, así, respetar y reverenciar su majestad con la sumisión debida, y pensar y hablar de ellos dignamente, ya que quien menosprecia a su príncipe soberano menosprecia a Dios, del cual es su imagen sobre la tierra.”
Jean Bodin. Los seis libros de la República. 1576.

“Al estar paralizados todos los ramos de actividad, los empleos cesaron, desapareciendo el trabajo y, con él, el pan de los pobres; y los lamentos de los pobres eran, ciertamente, muy desgarradores al principio, si bien el reparto de limosnas alivió su miseria en ese sentido. Cierto es que muchos escaparon al campo, mas hubo miles de ellos que permanecieron en Londres hasta que la pura desesperación les impulsó a salir de la ciudad, al solo fin de morir en los caminos y servir de mensajeros de la muerte, pues hubo quienes llevaron consigo la infección y la diseminaron hasta los confines más remotos del reino.
Muchos de ellos eran los miserables seres de objeto de la desesperación a que he aludido antes; y fueron aniquilados por la desgracia que sobrevino después, pudiendo decirse que perecieron, no por la peste misma, sino por sus consecuencias; señaladamente, de hambre y de escasez de todas las cosas elementales, sin alojamiento, sin dinero, sin amigos, sin medios para conseguir su pan de cada día ni nadie que se lo proporcionase, ya que muchos de ellos carecían de lo que llamamos residencia legal y por ello no podían pedir nada a las parroquias. (...).
Todo ello, si bien no deja de ser muy triste, representó una liberación, ya que la peste, que arreció de una manera horrorosa desde mediados de agosto hasta mediados de octubre, se llevó durante ese tiempo a unas treinta o cuarenta mil personas de estas, las cuales, de haber sobrevivido, hubieran sido una carga demasiado pesada debido a su pobreza.”

Daniel Defoe. Diario del año de la peste (referido a la epidemia de 1722).

“(…) Encendiose tanto en Barcelona la peste que no hubo calle corta y pequeña que fuese en la cual aquella no penetrase. Y apenas hubo casa secular habitada en la que no enfermase alguien. Pocas veces se ha visto pestilencia de contagio, que hiciese tanto daño a una ciudad como esta hizo a Barcelona. La población enfermaba de pestilencia de manera diferente. Algunos tenían tenía grano y vértula y poca o ninguna fiebre, y estos todos vivían. Otros tenían vertula sin grano, con fiebre pestilencial: de estos muchos morían. Otros tenían granos y vértula con fiebre pestilencia, y de estos, los que tenían el grano en los brazos o en las piernas, muchos la campaban, pero los que tenían el grano en los costados, en los pechos o en la cabeza casi todos morían.(...) Los que tenían los granos en la cabeza, tenían las vértulas correspondientes detrás de las orejas.(...)Al principio, los médicos, no acertaban en la curación porque sangraban y hacían guardar dieta, y no remediaban ni el grano ni la vértula. Después, a costa de muchos que murieron, comenzaron acertar el tratamiento no sangrando y dándoles caldo de gallina o pollo cada dos o tres horas, alternando con cordial o tríaca con agua escozonera. Los cirujanos aplicaban a los granos medicamentos para matarlos y a las vértulas les aplicaban ventosas para hacerlas salir al exterior y luego las maduraban con emplastes y si no se abrían por sí mismas, las abrían con lanceta o cauterio de fuego. Aplicaban también aceites a la cabeza de los pacientes para evitar que estos se volviesen frenéticos y pítimas al corazón y otros medicamentos, así, con buen concierto y orden, curaron a muchos y era tan fácil curar que muchos hombres y mujeres que habían servido a los apestados sabían muy bien curar.Duró la peste en Barcelona casi por espacio de ocho meses, esto es desde junio hasta principios de marzo (…). El número de muertos de peste en Barcelona, conforme al catálogo que yo vi, que fue remitido al rey don Felipe que estaba en Madrid de parte del señor obispo y de los conselleres de Barcelona, ascendió a 10.723.(…) . Y así aunque de los meses de junio, julio y agosto se envió relación a su Majestad, no fue tan segura ni rigurosa como la de los meses siguientes. Por lo cual se puede calcular que el número total de muertos de pestilencia en Barcelona sería de 12.000 a 13.000 personas más o menos. Esta es la verdadera y fiel relación de la predicha pestilencia de Barcelona, la cual yo he podido escribir como testimonio de vista por estar presente y haber visto todo su discurso.” Relato de Père Gil sobre la epidemia de peste sufrida en Barcelona en 1589. Cipolla contra el enemigo mortal e invisible.C. M. Cipolla. Contra el enemigo mortal e invisible.


“A principios de marzo, al aumentar la penuria, vinieron a esta ciudad unos tres mil pobres, la mayor parte de los cuales, negros, tostados por el sol, extenuados, débiles y en malas condiciones, daban muestras evidentes de su necesidad (...). Y estos pobrecillos que iban vagando por la ciudad, destruidos por el hambre (...), morían de cuando en cuando por las calles, por las plazas y bajo el palacio (...). Debiéndose, por los presentes sucesos, deducir una advertencia para saber cómo comportarse en el futuro, se recuerda que sería necesario socorrer a los pobres de los pueblos mandándoles grandes y suficientes limosnas, prohibiéndoles después rigurosamente la entrada en la ciudad, poniendo guardias en las puertas y haciéndoles salir cuando hubieran entrado. Porque actuando de este modo se conseguirá la preservación de la patria de los inminentes males contagiosos, malignos y epidémicos y se esquivará el tedio y el tormento insoportable, el horror y el espanto que implica una multitud rabiosa de gente medio muerta que asedia a todo el mundo por las calles, por las plazas, por las iglesias y a las puertas de las casas, de modo que no se puede vivir con un hedor que apesta, con continuos espectáculos de moribundos muertos y, sobre todo, con tantos rabiosos que no se los puede sacar uno de encima sin darles limosna, y a quien uno da acuden ciento, y quien no lo ha experimentado no se lo cree.”
Medidas que un médico aconseja tomar en el futuro a raíz de la hambruna de 1629 en Bérgamo (Italia).

C. M. Cipolla. Contra el enemigo mortal e invisible.

“Dios estableció a los reyes como sus ministros y reina a través de ellos sobre los pueblos (...)
Los príncipes actúan como los ministros de Dios y sus lugartenientes en la tierra. Por medio de ellos Dios ejercita su imperio. Por ello el trono real no es el trono de un hombre sino el de Dios mismo.
Se desprende de todo ello que la persona del rey es sagrada y que atentar contra ella es un sacrilegio.”
Bossuet. La política según las Sagradas Escrituras. Libro III.

“El orden eclesiástico no compone sino un solo cuerpo. En cambio la sociedad está dividida en tres ordenes. Aparte del ya citado, la ley reconoce otras dos condiciones: el noble y el siervo, que no se rigen por la misma ley.
Los nobles son los guerreros, los protectores de las iglesias. Defienden a todo el pueblo, a los grandes lo mismo que a los pequeños y al mismo tiempo se protegen a ellos mismos. La otra clase es la de los siervos. Esta raza de desgraciados no posee nada sin sufrimiento. Provisiones y vestidos son suministrados a todos por ellos, pues los hombres libres no pueden valerse sin ellos. Así pues, la ciudad de Dios, que es tenida como una, en realidad es triple. Unos rezan, otros luchan y otros trabajan. Los tres ordenes viven juntos y no sufrirían una separación. Los servicios de cada uno de estos ordenes permiten los trabajos de los otros dos. Y cada uno a su vez presta apoyo a los demás. Mientras esta ley ha estado en vigor el mundo ha estado en paz”.
Del monje Adalberón en su obra Carmen ad Robertum regem francorum, año 998.
La estructura social que Adalberón defiende en la Alta Edad Media estuvo vigente -con cambios- durante ocho siglos más. Desaparecería a finales del siglo XVIII en Francia y durante el XIX por el resto de Europa debido a la acción de las revoluciones burguesas.En este texto se aprecia cómo el monje justifica la desigualdad estamental desde una perspectiva religiosa. Dios quiere, según indica, que cada grupo social cumpla una determinada función y establece una clara distinción entre los tres órdenes.
La Nobleza
Junto con el clero, constituía uno de los grupos privilegiados de la sociedad del Antiguo Régimen. Estaba integrado una minoría, pero con un gran poder económico y político.
· Era propietaria de grandes latifundios.
· Estaba exenta del pago de impuestos.
· Recibía elevadas rentas de los campesinos.
· Detentaba importantes cargos políticos y militares.
· Jurídica y legalmente sus miembros ostentaban privilegios que heredaban por nacimiento.
· Se confinguraba como un grupo heterogéneo: no todos sus miembros gozaban de la misma importancia y posición económica.
Una sociedad estamental
Una sociedad estamental es aquella organizada en estamentos. En la del Antiguo Régimen éstos constituían grupos cerrados a los que se accedía fundamentalmente por nacimiento. Aunque podía haber alguna escasa posibilidad de trasvase de uno a otro grupo (ennoblecimiento por méritos, compra, etc), lo que caracterizaba esa sociedad eran la estabilidad y la inercia. A diferencia de la capitalista, dividida en grupos en función de su riqueza y, por tanto más variable y dinámica, la estamental era casi inmutable.
Cada estamento se correspondía con un estrato o grupo definido por un común estilo de vida y análoga función social. Era impermeable, es decir, sus miembros no podían mudar de condición.
Jurídicamente era desigual. Cada una de las personas que lo componía era portadoara o no de privilegios, en función de su pertenencia a una u otra categoría. Los privilegios consistían en la exención de obligaciones (impuestos) y el derecho a ventajas exclusivas. Duques de Osuna
Cardenal Había un estamento privilegiado en el que se incluían la nobleza y el clero y otro no privilegiado que englobaba en su seno al resto de los estratos sociales: burgueses, artesanos, campesinos y grupos marginales.
Al estamento privilegiado se accedía (salvo en el caso del clero) por nacimiento o por concesión especial del monarca. A partir del siglo XVII cada vez se hizo más corriente que individuos burgueses alcanzaran el ennoblecimiento mediante la compra de títulos al monarca. Campesina
La rígida sociedad estamental entró en crisis a raíz de los cambios que fueron produciéndose a lo largo del siglo XVIII, que llevaron consigo el fortalecimiento de una burguesía rectora de gran parte de la economía.
Casa burguesa No conforme sin embargo con su opulencia económica los burgueses fueron reivindicando también derechos políticos y prestigio social, algo que no estaban dispuestos a conceder los privilegiados. Esa discriminación empujará a la burguesía en ascenso hacia la acción revolucionaria cuyo objetivo será la destrucción de los privilegios feudales.
A finales del siglo las contradicciones del sistema estamental se hicieron cada vez más patentes. Esto sucedió de manera especial en Francia, donde en 1789 estalló una revolución que abrió paso a otros tantos procesos que fueron dessarrollándose a lo largo del siglo XIX e implicaron el fin del sistema feudal. Sobre las ruinas de la sociedad del Antiguo Régimen se erigió la sociedad capitalista. Niño mendigo
Una economía de base agraria
Arado tirado por bueyes Tres cuartas partes de la población activa se concentraban en el sector primario.
La industria era tipo artesanal y conservaba todavía rasgos gremiales. Los talleres artesanos empleaban un reducido número de trabajadores, siendo la maquinaria escasa y las fuentes de energía la humana, animal o la proporcionada por el agua o el viento. La especialización era limitada, lo que significaba que el proceso de trabajo invertido en la creación de mercancías era controlado de principio a fin por una misma persona o un escaso número de operarios. Hilandera
Comercio marítimo Predominaba el comercio a larga distancia, los intercambios internos eran escasos y complicados debido a las deficientes comunicaciones y la inexistencia de un mercado unificado.
El desarrollo urbano era escaso. La aldea constituía el centro de organización y producción.
Pocas ciudades superaban los 50.000 habitantes. A mediados del siglo XVIII el ciclo demográfico sufrió significativas alteraciones debidas esencialmente a una disminución de la mortalidad.
Estas transformaciones llevarían consigo un incremento de la población acompañado del trasvase de habitantes desde el campo a la ciudad, lo que repercutió en el desarrollo sin precedentes del URBANISMO. Londres. S. XVIII
Latifundio La estructura de la propiedad era de carácter señorial, cimentada en grandes latifundios cuyos propietarios percibían cuantiosas rentas de carácter feudal procedentes de una gran masa de CAMPESINOS desprovistos de tierras.

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