Teorías absolutistas:
Thomas Hobbes
Un hombre de gabinete, estudioso, solitario y
más bien timorato. Una obra de una amplitud y de un rigor sin paralelo posible
en filosofía política del siglo XVII, de una audacia tranquila que suscitó el
horror de los católicos, de los obispos anglicanos, de los defensores de la
libertad política y hasta de los particulares de los Estuardos. Para Leibniz,
“el Leviatán es una obra monstruosa, como su mismo título indica”.
Firme partidario al principio de los Estuardos,
Hobbes (1588- 1679) fija su residencia en Francia en 1640 y pasa once años en
exilio voluntario. No se halla en Inglaterra cuando Carlos I es ejecutado; el Leviatán
(1651) es la obra de un emigrado. Con frecuancia se ha afirmado que Hobbes, al
escribir este libro, pretendía presentar sus respetos a los poderosos del
momento. Cuando regresa a Inglaterra, no recobra la confianza que gozaba antes
de 1640. Sospechoso tanto para unos como para otros, muere en la semidesgracia.
Aparte del Leviatán, las principales obras de Hobbes son los Elementos de
derecho (1640); el Tratado del ciudadano (1642); el Tratado sobre
la naturaleza humana y el cuerpo político y el Tratado del hombre.
Una
política racionalista- Materialismo científico,
mecanicismo, positivismo: la filosofía de Hobbes es fundamentalmente
racionalista. Dotado de una sólida cultura científica, considera la política
como una ciencia que ha de fundamentarse en justas nociones y rigurosas
definiciones. Su filosofía y su política son igualmente anti- aristotélicas.
Niega la existencia de ideas innatas e insiste en la importancia de las
definiciones, los signos y el lenguaje. “Sin lenguaje no hubiera habido entres
los hombres ni Estado ni Sociedad ni Contrato de Paz, como tampoco existen
entre los leones, los osos y los lobos”.
Hobbes rechaza el recurso a lo sobrenatural.
Toda su obra es una lucha contra los fantasmas, un esfuerzo por reducir a las
potencias invisibles. El final del Leviatán (del que sólo suele leerse, con
demasiada frecuencia, las páginas sobre el poder) es en extremo significativo a
este respecto, encontrándose quizá ahí la clave de toda la obra; el último
capítulo se titula “El reino de las tinieblas”, y Hobbes denuncia en él la
demonología, los exorcismos y el temor al diablo, y los beneficios que de todo
ello obtienen el clero. La ansiedad humana se encuentra en el origen de la
religión. “El temor de una potencia invisible, sea una ficción del pensamiento
o algo imaginado según las tradiciones públicamente admitidas, es la religión.”
De esta forma, la obra de Hobbes tiende a
liberar al hombre de los fantasmas y el miedo. Constituye una brillante
manifestación de ateísmo político.
Una
filosofía del poder- Como han señalado diferentes
autores –especialmente Ferdinand Tonnies y Leo Strauss-, el pensamiento de
Hobbes sufrió una evolución. En los Elements of Law su filosofía
política es tradicionalmente monárquica; más tarde evoluciona hacia una especie
de monarquismo social. Su preferencia por la monarquía hereditaria, clara aún
en el Tratado del ciudadano, desaparece casi por completo en el Leviatán.
Leo Strauss, por su parte, subraya la evolución de la moral de Hobbes y
discierne en su obra un relevo de las virtudes aristocráticas (honor, gloria)
por las virtudes burguesas inspiradas en el temor y la prudencia.
En realidad, Hobbes, desde el comienzo al final
de su vida, permanece fiel a ciertos principios. No se trata de una fidelidad a
la persona del monarca, ni de una fidelidad al principio mismo de la monarquía,
sino de una fidelidad al Poder. Sin duda, resultaría exagerado decir que la
filosofía de Hobbes es una filosofía del ralliement; pero no que es ante todo,
una filosofía del poder. En la dedicatoria del Leviatán Hobbes indica
claramente que busca, en política, una vía media, una especia de justo medio.
Aunque Hobbes defiende la causa del poder
absoluto, no lo hace –como Jacobo I- en nombre del derecho divino de los reyes,
sino en nombre del interés de los individuos, de la conservación y de la paz.
Seculariza el poder y muestra su utilidad, no su majestad.
Análisis del Poder- Es preciso distinguir varios estadios en la historia del Poder:
1° El estado de naturaleza es para Hobbes un
estado de guerra y de anarquía. Los hombres son iguales por naturaleza; de la
igualdad proviene la desconfianza y de la desconfianza procede la guerra de
todos contra todos. “La vida es solitaria, pobre, embrutecida y corta”. No
existe la noción de lo justo y de lo injusto, y tampoco la de propiedad. No hay
industria, ni ciencia, ni sociedad. Hobbes se opone, con esta visión pesimista,
a los teóricos del derecho natural y a todos aquellos que disciernen en el
hombre una inclinación natural a la sociabilidad.
2° Hacia la sociedad civil. –Sin embargo, hay
para Hobbes un derecho natural y unas leyes naturales; pero estas nociones no
tienen para él la misma significación que para los teóricos del derecho
natural.
El derecho natural (jus naturale) se emparenta
con el instinto de conservación. Hobbes lo define como la libertad de cada cual
para usar de su propio poder, en la forma que quiera, para la preservación de
su propia naturaleza, es decir, de su propia vida.
En cuanto a la ley natural, es “un precepto o
regla general descubierto por la razón y que prohíbe, por un lado, hacer
aquello que pueda destruir su vida u obstaculizar sus medios de preservación, y
por otro, dejar de hacer aquello que pueda preservar lo mejor posible su vida”.
Las dos primeras leyes naturales consisten,
para Hobbes, en buscar la paz y en defenderse por todos los medios que se
tengan al alcance. Ahora bien, para asegurar la paz y la seguridad, de los
hombres no disponen de procedimiento mejor que establecer entre ellos un
contrato y transferir al Estado los derechos que, de ser conservados,
obstaculizarían la paz de la humanidad.
Son necesarias algunas observaciones:
a) Contrariamente a Aristóteles, Hobbes estima que la sociedad política, no
es un hecho natural; la considera como “el fruto artificial de un pacto
voluntario, de un cálculo interesado”
b) La soberanía esta basada en un contrato; sin embargo, no se trata de un
contrato entre soberano y los súbditos, sino entre individuos que deciden darse
un soberano. El contrato, lejos de limitar la soberanía, la funda;
c) En el origen del contrato se encuentra la preocupación por la paz,
preocupación fundamental en Hobbes: “Finalmente, el motivo y el fin del que
renuncia a su derecho o lo transfiere, no son otros que la seguridad de su
propia persona en su vida y en los medios de preservarla”.
Poder del Estado. –Así, el Estado aparece como
una persona: “Una multitud constituye una sola persona cuando esta representada
por un solo hombre o una persona: a condición de que sea con el consentimiento
de cada uno en particular de quienes la componen”. De esta forma, el Leviatán
tiene la apariencia de un gigante cuya carne es la misma carne de todos los que
le han delegado el cuidado de defenderlos. Hay que llamar la atención sobre
este antropomorfismo: el Estado es, sin duda gigantesco, pero conserva figura
humana, relativamente benigna.
El Estado es la suma de los intereses
particulares. Debe defenderse al ciudadano; este solo abandona sus derechos al
Estado para ser protegido. El Estado perdería su razón de ser si la seguridad
no fuese garantizada, si la obediencia no fuera respetada.
El Estado es quien fundamenta la propiedad:
“Vuestra propiedad no es tal y no dura má que en tanto que place a la
República”. Todo ataque al Estado es, por consiguiente, un ataque a la
propiedad.
Es Estado es, a la vez, “eclesiástico y civil”.
Ninguna autoridad espiritual puede oponerse al Estado. Nadie puede servir a dos
señores. El soberano es el órgano no solo del Estado, sino también de la
iglesia; ostenta en la mano derecha una espada y en la izquierda una cruz
episcopal. De esta forma se encuentran afirmados el poder y, también, la unidad
del Estado. No existe espacio para los cuerpos intermedios, para los partidos o
para las facciones. En este punto Hobbes precede a Jean –Jaques Rousseau.
Límites de la soberanía. –Desde sus primeras obras, Hobbes no deja de criticar la separación de
poderes, sosteniendo vigorosamente la tesis de la soberanía absoluta. El
soberano no tienen ningún límite exterior a su poder. Pero es soberanamente
racional: por consiguiente, no tiene el poder de hacer lo que quiera, a menos
de hacer discutible su soberanía.
Hobbes estima que la soberanía tiene límites.
Sus ideas a este respecto parecen haber evolucionado. En los Elements of Law e
incluso en el De Cive, Hobbes habla de los deberes del soberano: pero en el
Leviatán la palabra “duty” (deber) es abandonada las más de las veces por la
palabra “office” (oficio).
Así, las principales limitaciones a la
soberanía son la razón y, en cierta manera, la conciencia profesional del
soberano. No sería razonable que el soberano no buscara el interés de su pueblo,
que se confunde con su propio interés. El deber coincide con la utilidad: “El
bien del soberano y el del pueblo no pueden ser separados”.
Individualismo y Utilitarismo.- El absolutismo de Hobbes está basado, en definitiva, en consideraciones
utilitarias que permiten recordar a Locke y Bentham. Ese absolutismo está fuera
de dudas, pero nada tienen en común con el de Bossuet. Nada debe a la fe
cristiana, ni a la fidelidad al monarca, ni al deseo de mantener instituciones
o preservar intereses ligados a la existencia misma de la monarquía. En
realidad, Hobbes justifica el absolutismo con los argumentos que ayudarán más
tarde a incoar su proceso.
Su pensamiento es esencialmente individualista.
Lo que fundamenta al absolutismo es el derecho del individuoa su propia
conservación. El origen del absoutismo es un egoísmo ilustrado. El individuo
alcanza su perfecto desenvolvimiento en el Estado más autoritario. En éste
encuentra, a la vez, su interés y su felicidad, su placer y su bienestar. La
política de Hobbes es, al tiempo, un utilitarismo y un hedonismo.
Diíase que Hobbes apreció en poco a la “middle
class”. Encontramos en sus obras escasas referencias a los problemas económicos
que se planteaban a la burguesía inglesa. Por ello resulta aún más interesante
el señalar que su obra ofrece una forma de absolutismo que tiene más que ver
con las preocupaciones burguesas. En efecto, Hobbes resulta un precursor cuando
impone al soberano el deber del éxito, o cuando habla más de paz y bienestar
que de justicia y virtud. Sean cuales fueren sus preferencias íntimas, su obra
no favorece al absolutismo real; en uan perspectiva de conjunto marcha en el
sentido del liberalismo y del radicalismo.
Bossuet
Bossuet no era un pensador. Este hombre robusto
de buena salud, más accesible a la cólera que a la inquietud y de una fe
aparentemente inquebrantable, no se inclina ni hacia la metafísica ni hacia la
mística. La historia y la política son para él corolarios de la fe. Bossuet nos
trata de presentar una teoría política de conjunto.
La política de Bossuet, pedagógica o polémica,
es siempre fundamentalmente católica.
La Historia tiene para Bossuet el objeto de
inspirar a los príncipes saludables lecciones: “Cuando al Historia fuera inútil
para los demás hombres, habría que hacérsela leer a los príncipes”.
El Discurso sobre la historia universal debe
mucho a la Ciudad de Dios de San Agustín; la Historia es obra de la
Providencia. Pero este providencialismo está acompañado por un determinismo a
lo Polibio (que es para Bossuet el mayor historiador de la antigüedad),
conduciendo todo ello a la necesidad del orden y a la legitimidad de los
poderes establecidos.
Igualmente, la Historia de las variaciones es
un libro de tesis; para Bossuet, las variaciones son el signo del error, y la
inmutabilidad el signo de la verdad: “Todo lo que varía, todo lo que se carga
de términos dudosos y encubiertos ha parecido siempre sospechoso, y no solo
fraudulento, sino también absolutamente falso, porque indica confusión que la
verdad no conoce en absoluto”. Así, la Reforma se reduce para Bossuet a la
“rebelión de algunos hombres de Iglesia que por caprichoso inventaban nuevos
dogmas y terminaban por casarse...”.
La política de Bossuet está expuesta de forma
sistemática en la Política de las santas escrituras. Bossuet demuestra
en esta obra que los principios de la política están contenidos en la
Escritura; y aunque la apariencia del libro es “majestuosamente inactual”, las
preocupaciones de actualidad resultan muy visibles.
Bossuet muestra allí una constante preocupación
por el orden y la unidad: “En la unidad está la vida; fuera de la unidad, la
muerte segura”.
La ley es definida así: “Reglas generales de
conducta a fin de que el gobierno sea constante y uniforme”. El libro I (la
obra tiene diez) contiene consejos muy precisos que parecen dirigirse más bien
a los súbditos que al monarca. Trata sobre todo de demostrarles la necesidad de
la obediencia mediante el argumento de autoridad (“Los apóstoles y los primeros
fieles fueron siempre buenos ciudadanos) y, a la vez, mediante el argumento de
utilidad (“Quien no ame a la sociedad civil de la que forma parte, es decir, al
Estado en el que ha nacido, es enemigo de él mismo y de todo el género
humano”).
Para Bossuet la monarquía es la forma de
gobierno más común, más antigua y más natural. Pero aunque manifieste de esta
forma su preferencia por la monarquía, no excluye en absoluto las demás formas
de gobierno: “No hay ninguna forma de gobierno ni ninguna institución humana
que no tenga sus inconvenientes; de forma que hay que permanecer en el estado
al que el pueblo se ha acostumbrado por obra de un largo período de tiempo.
Por esta razón, Dios toma bajo su protección a
todos los gobiernos legitimos, en cualquier forma que estén establecidos: quien
pretenda derribarlos no es solo enemigo público, sino también enemigo de Dios”.
De esta forma reaparece el tema de la obediencia, que domina toda la obra:
Bossuet es todavía más partidario de la autoridad que de la monarquía.
La autoridad real tiene para Bossuet cuatro
caracteres: es sagrada (los príncipes son los lugartenientes de Dios en la
tierra), paternal (analogía con las tesis sostenidas por Filmer en Inglaterra),
absoluta (pero no hay que confundir poder absoluto y poder arbitrario) y
sometida, por último, a la razón (el príncipe debe actuar por la razón, y no
por pasión o por humor).
Bossuet dedica un libro de su Política a
enumerar los deberes de la realeza hacia la religión y hacia la justicia:
“Cuando menos tiene (el rey), que dar cuentas a los hombres más tiene que dar
cuentas a Dios...”, “Oh reyes, vuestro poder es divino, pero os hace débiles.
Las ideas de Bossuet sobre economía están
expuestas en el décimo libro de la Política, donde se encuentra una
singular justificación del mercantilismo en nombre de la Sagrada Escritura: “Un
Estado floreciente es rico en oro y plata...”. “La primera fuente de toda
riqueza es el comercio y la navegación”. Como Richelieu, Bossuet declara que
“el príncipe debe moderar los impuestos y no debe agotar al pueblo”. “Las
verdaderas riquezas de un reino son los hombres”.
El galicanismo de Bossuet. –al que
recientemente A. G. Martimort a dedicado un estudio en conjunto- concuerda con
las concepciones de Luis XIV. Bossuet es galicano por tradición de
familia, por instinto, por formación doctrinal, pero es un galicano muy
moderado. Los cuatro artículos que redacta en 1682 son todo lo romanos que
podían ser en una asamblea antirromana. Niegan las pretensiones del Papado
sobre le poder temporal de los reyes y afirman “que los reyes y los soberanos
no se encuentran sometidos, por orden de Dios, a ningún poder eclesiástico en
las cosas temporales...que sus súbditos no pueden ser dispensados de la
sumisión y obediencia que les deben o absueltos de los juramentos de fidelidad
y que esta doctrina, necesaria para la tranquilidad pública y no menos
beneficiosa para la Iglesia que para el Estado, debe ser seguida de modo
inviolable como conforme con la palabra de Dios, con la tradición de los Santos
Padres y con los ejemplos de los santos”.
Bossuet ofrece así una teoría, si no original,
al menos suficientemente coherente.
El absolutismo de Hobbes y el de Bossuet son ,
por consiguiente, de esencia profundamente diferentes: a nuestro juicio, se ha
exagerado a veces la influencia que haya podido ejercer sobre Bossuet el
pensamiento de Hobbes.
Textos extraídos del libro: “Historia de las
ideas políticas” de P. Touchard.
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