sábado, 8 de mayo de 2010

Adam Smith

Liberalismo económico.
Investigaciones sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones.
Se comenzó a redactar en 1767, cuando su autor Adam Smith regresó de Europa, lo que significa que para entonces ya había podido contactar con fisiócratas y enciclopedistas. Se publicó en 1776 un año antes de ser nombrado comisario de aduanas en ella logra sintetizar el pensamiento económico de toda una época. Por eso es considerado el padre de la Economía política. Esta obra representa el intento por diferenciar la economía política de la ciencia política, la ética y la jurisprudencia. Un elemento fundamental para esta diferenciación fue la crítica al mercantilismo, corriente heterogénea que venía desarrollando nociones económicas desde el siglo XV, más vinculada a los imperios coloniales que a la naciente revolución industrial.
La obrar está dividida en cinco libros. La obra centra su análisis en el valor, concepto bastante definido por Smith: valor de uso, derivado de la utilidad del objeto y valor de cambio, que es la capacidad del objeto para ser intercambiado por otros bienes. Pero el factor principal que determina el valor de cambio es el trabajo que el objeto lleva incorporado. Todo ello da lugar a un precio natural, que puede estar por debajo o por encima del mercado, pero solo de forma pasajero. Aunque esta parte de la teoría de Smith es la que habla concretamente del texto expuesto a comentario, no se comprende sin entender la teoría completa. Las cosas que por lo general tiene un gran valor de cambio, suelen ser poco útiles, y viceversa.
Introducción y Plan de la Obra El trabajo anual de cada nación es el fondo del que se deriva todo el suministro de cosas necesarias y convenientes para la vida que la nación consume anualmente, y que consisten siempre en el producto inmediato de ese trabajo, o en lo que se compra con dicho producto a otras naciones. En consecuencia, la nación estará mejor o peor provista de todo lo necesario y cómodo que es capaz de conseguir según la proporción mayor o menor que ese producto, o lo que con él se compra, guarde con respecto al número de personas que lo consumen. En toda nación, esa proporción depende de dos circunstancias distintas; primero, de la habilidad, destreza y juicio con que habitualmente se realiza el trabajo; y segundo, de la proporción entre el número de los que están empleados en un trabajo útil y los que no lo están. Sean cuales fueren el suelo, clima o extensión territorial de cualquier nación en particular, la abundancia o escasez de su abastecimiento anual siempre depende, en cada caso particular, de esas dos circunstancias. Además, la abundancia o escasez de ese abastecimiento parece depender más de la primera circunstancia que de la segunda. Entre las naciones salvajes de cazadores y pescadores, toda persona capaz de trabajar está ocupada en un trabajo más o menos útil, y procura conseguir, en la medida de sus posibilidades, las cosas necesarias y convenientes de la vida para sí misma o para aquellos miembros de su familia o tribu que son demasiado viejos, o demasiado jóvenes o demasiado débiles para ir a cazar o a pescar. Sin embargo, esas naciones son tan miserablemente pobres que por pura necesidad se ven obligadas, o creen que están obligadas a veces a matar y a veces a abandonar a sus niños, sus ancianos o a los que padecen enfermedades prolongadas, para que perezcan de hambre o sean devorados por animales salvajes. Por el contrario, en las naciones civilizadas y prósperas, numerosas personas no trabajan en absoluto y muchas consumen la producción de diez veces y frecuentemente cien veces más trabajo que la mayoría de los ocupados; y sin embargo, la producción del trabajo total de la sociedad es tan grande que todos están a menudo provistos con abundancia, y un trabajador, incluso de la clase más baja y pobre, si es frugal y laborioso, puede disfrutar de una cantidad de cosas necesarias y cómodas para la vida mucho mayor de la que pueda conseguir cualquier salvaje. Las causas de este progreso en la capacidad productiva del trabajo y la forma en que su producto se distribuye naturalmente entre las distintas clases y condiciones del hombre en la sociedad, son el objeto del Libro Primero de esta investigación. Sea cual fuere el estado de la habilidad, la destreza y el juicio con que el trabajo es aplicado en cualquier nación, la abundancia o escasez de su producto anual debe depender, mientras perdure ese estado, de la proporción entre el número de los que están anualmente ocupados en un trabajo útil y los que no lo están. El número de trabajadores útiles y productivos, como se verá más adelante, está en todas partes en proporción a la cantidad de capital destinada a darles ocupación, y a la forma particular en que dicha cantidad se emplea. Según él la riqueza de las naciones depende del grado de productividad y la cantidad. El examen de la primera causa de la riqueza estudia la división del trabajo, señalando que esta misma está determinada por la extensión del mercado. El Libro Segundo, así, trata de la naturaleza del capital, definido como una masa monetaria disponible gracias al ahorro, de la manera en que gradualmente se acumula, y de las cantidades diferentes de trabajo que pone en movimiento según las distintas formas en que es empleado. Las naciones aceptablemente avanzadas en lo que se refiere a habilidad, destreza y juicio en la aplicación del trabajo han seguido planes muy distintos para conducirlo o dirigirlo, y no todos esos planes han sido igualmente favorables para el incremento de su producción.
La política de algunas naciones ha estimulado extraordinariamente el trabajo en el campo; la de otras, el trabajo en las ciudades. Casi ninguna nación ha tratado de forma equitativa e imparcial a todas las actividades. Desde la caída del Imperio Romano, la política de Europa ha sido más favorable a las artes, las manufacturas y el comercio, actividades de las ciudades, que a la agricultura, el quehacer del campo. Las circunstancias que parecen haber introducido y fomentado esa política son explicadas en el Libro Tercero. Esos planes diferentes fueron probablemente establecidos debido a intereses y prejuicios privados de algunos estamentos particulares, sin consideración o previsión alguna de sus consecuencias sobre el bienestar general de la sociedad; sin embargo, han dado lugar a teorías muy distintas de economía política, algunas de las cuales magnifican la importancia de las actividades llevadas a cabo en las ciudades y otras la de las llevadas a cabo en el campo. Dichas teorías han ejercido una considerable influencia, no sólo sobre las opiniones de las personas ilustradas sino también sobre la conducta pública de los príncipes y estados soberanos. He procurado, en el Libro Cuarto, explicar esas teorías de la forma más completa y precisa, y también los efectos más importantes que han producido en diferentes épocas y naciones.
El objeto de los primeros cuatro libros de esta obra es explicar en qué ha consistido la renta del conjunto de la población, o cuál ha sido la naturaleza de los fondos que en naciones y tiempos diferentes, han provisto su consumo anual. El Libro Quinto y último aborda la renta del soberano o del estado. En este libro intento mostrar, en primer término, cuáles son los gastos necesarios del estado, cuáles de estos gastos deben ser sufragados por el conjunto de la sociedad y cuáles sólo por una parte específica o por unos miembros particulares de la misma; en segundo término, cuáles son los diversos métodos mediante los cuales se puede lograr que toda la sociedad contribuya a afrontar los pagos que corresponden a la sociedad en su conjunto, y cuáles son las ventajas e inconvenientes principales de cada uno de esos métodos; y, en tercer y último término, cuáles son las razones y causas que han inducido a casi todos los estados modernos a hipotecar una fracción de sus ingresos, o a contraer deudas, y cuáles han sido los efectos de tales deudas sobre la riqueza real, que es el producto anual de la tierra y el trabajo de la sociedad.
Su estudio sobre la forma de recaudar los ingresos públicos ha constituido el punto de partida de toda la teoría liberal sobre tributación.
Al preferir dedicarse a la actividad nacional más que a la extranjera, él solo persigue su propia seguridad; y al orientar esa actividad de manera de producir un máximo beneficio él solo busca su propio beneficio, pero en este caso, como en otros una mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba en sus propósitos.
No esperamos nuestra cena de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero, sino del cuidado que pongan en sus propios intereses. No apelamos a su humanidad sino a su egoísmo y nunca les hablamos de nuestras necesidades sino de sus beneficios.
Adam Smith
“Adam Smith (1723-1790) cree en el progreso económico constante y estima que la verdadera riqueza es el trabajo nacional. Ensalza los beneficios de la concurrencia y del ahorro y se alza contra las reglamentaciones...
...asigna al Estado funciones precisas: facilitar la producción, hacer reinar el orden, hacer respetar la justicia, proteger la propiedad.”
J. Touchard “Historia de las ideas políticas”
“En su “Ensayo acerca de la riqueza de las naciones” (1776), Adam Smith habla de un orden natural que se da en todos los lugares en los que se deja libre campo a la naturaleza, orden que es el mejor. El hombre tiende mejorar su suerte y está perfectamente capacitado para discernir cuál es su interés personal: debemos, pues, dejarle libre. El Estado sólo debe intervenir cuando los individuos no son capaces de crear las instituciones útiles a la sociedad. Este mundo es una vasta república de productores y consumidores, unos dependientes de otros, y la paz debe surgir de la conciencia de esta dependencia.
Por otra parte, el análisis que Smith hizo del valor le convierte también en el precursor de los socialistas y de los comunistas. La medida real del valor de las mercancías es el trabajo, y él es el que establece el precio. Al principio, todo este precio pertenecía al obrero; pero cuando un individuo ha amasado un capital (tierra, materia prima, utensilios) y lo hace actuar por medio del obrero, el capitalista se queda con una parte del precio, y el resto o salario se lo entrega al obrero. Como cada uno de los dos quiere obtener la mayor parte posible del precio, la estipulación del salario es el resultado de una discusión entre capitalista y el obrero, discusión que conduce a la lucha de las clases rivales. “Los patronos forman, siempre en todas partes, una especie de liga tácita pero constante y uniforme para impedir que los salarios suban.” Smith se muestra frío con quienes no producen y “el soberano... y todos los ministros de la Justicia y todos los militares... son obreros que no producen... Los sacerdotes, los abogados, los médicos, son intelectuales,,, pueden ser clasificados en la misma clase” Se expresa severamente contra los mercaderes cuyo interés es contrario al interés social. Todas estas ideas han inspirados a Carlos Marx.

Roland Mousnier.
“El siglo XVIII. Historia general de las civilizaciones”

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